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“La batalla (global) de la sostenibilidad se ganará o perderá en las ciudades”, como decía en el acto de clausura de la Cumbre de Río de 1992 su secretario general, Maurice Strong. Nos encontramos en un momento histórico de cambio, producto de la crisis multidimensional en la que estamos (política, económica, social, medioambiental, cultural, de cuidados…) y que nos obliga a emprender cambios urgentes si no queremos vernos abocados a escenarios nada halagüeños. El cambio climático yla escasez de recursos energéticos (especialmente los de carácter fósil: petróleo, gas y carbón) son ya una realidad cuyos efectos son cada día más patentes: pérdida de la biodiversidad, migraciones climáticas, guerras por los recursos…

Enfrentados a esta situación es preciso construir nuevos modelos de gobernanza que elaboren hojas de ruta capaces de superar las lógicas neoliberales de las últimas décadas, y cuyo modelo de producción y consumo desaforado nos ha conducido al actual desbordamiento de los límites de la capacidad del planeta. Aunque se trata sin duda de un proceso global planetario, como se apunta en La Gran Encrucijada, “las ciudades son un factor clave en relación, por su potencial de influencia como por la necesidad de asimilar las transformaciones que habrán de implementarse a la hora de abordar los correspondientes cambios”. El desbordamiento de los límites biofísicos del planeta hace urgente y necesario, a todos los niveles y de manera coordinada, el debate y la planificación de planes de transición energética que nos ayuden a imaginar las sociedades postpetróleo a las que nos dirigimos.

En este sentido, la relocalización en el más amplio de la palabra es una lógica que se impondrá y necesitará de la capacidad de los municipios para reorganizar sus propios territorios. Esta propuesta nos invita a pensar en las estrategias políticas, económicas, medioambientales y sociales que debemos impulsar para garantizar la democracia, la sostenibilidad y la justicia global, frente a las evidencias del colapso civilizatorio y el riesgo de dirigirnos hacia nuevos fascismos.